En el actual edificio que se encuentra donde se emplazaban las barracas, se han insertado unos azulejos con un dibujo de las mismas para recordar su ubicación y existencia, ya que fueron las últimas barracas de Benimaclet.

Posteriormente, una vez construido el nuevo edificio, se ubicó en su planta baja el ambulatorio de Benimaclet. En dicho ambulatorio no había ningún tipo de recepción para dar cita. Eran los propios pacientes, o familiares de pacientes, los que se iban pasando el turno de uno a otro, existiendo varias colas de turnos, una por médico.

La propietaria del local era la farmacia de doña Adelina. Lo cedió a la Seguridad Social para que pusieran el ambulatorio. Era una planta baja pequeña y precaria, con una sala de espera minúscula. En la memoria colectiva perviven los nombres de los doctores Martí, Maximiliano, y otros.

Un vecino recuerda cómo era el ambulatorio a finales de los años 60: “Era una planta baja tercermundista, un local con calor sofocante en verano y un frío polar en invierno, el water se inundaba cada vez que caían unas gotas de lluvia y la bombilla del mismo era robada constantemente por algún paciente sin escrúpulos.”

A finales de la década de los setenta, el ambulatorio se trasladó a una planta baja más amplia situada en la esquina de Emilio Baró con Assagador d´Alboraia (entonces llamada Camino Casas del Ingeniero).

Tras el ambulatorio, la planta baja de Barón San Petrillo fue ocupada por la Unión Democrática de Jubilados y Pensionistas, la cual a los pocos años se trasladó a su lugar actual en la calle Utiel.